Promesa y responsabilidad, una reflexión práctica acerca de la Pascua

En medio de la Semana Santa, cuando recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús, recibimos esta carta anónima.

Esta es una reflexión personal nacida en un momento de dificultad, donde la Palabra de Dios —específicamente Deuteronomio 6— trajo consuelo, dirección y esperanza. Aunque fue escrita hace tiempo, el mensaje de esta carta resuena con fuerza en estos días: una invitación a escuchar, obedecer y recordar quién es nuestro Dios, el único, el que libera, transforma y da nueva vida.

Queremos compartirla contigo, con la oración de que también te hable al corazón. Te sugerimos leas previamente el capítulo 6 de Deuteronomio para poder entender el contexto de la carta.


Hola lector:

Hace unos años, me encontraba pasando por una situación complicada en mi vida. Honestamente, me sentía desolado. Recuerdo un jueves, de camino al trabajo, llegué temprano y decidí sentarme en un parque cercano a leer mi devocional. El capítulo del día era Deuteronomio 6.

Lo que no esperaba era que este pasaje me hablara tan directo, con una mezcla de responsabilidad y esperanza.

Escucha y esfuérzate

Al comenzar a leer, los primeros versículos me parecieron normales. Pero algo cambió cuando llegué al versículo 3:

“Escucha y esfuérzate en obedecer…”

Fue un despertar para mi corazón. La palabra de Dios me iluminaba:

“Deja de lado lo que sientes, y pon atención a lo que te quiero mostrar. No estás solo”

Mientras leía, sentí estas palabras muy claras en mi interior:

“No he abandonado a tu familia. Recuerda quién Soy: Yo soy tu Dios, el único. Ámame, conóceme, búscame y obedéceme. Aunque ahora te sientas solo, Yo estoy contigo.”

“Si en mi soberanía te doy una familia, enséñales de mi amor, háblales siempre de mí. No permitas que me olviden. Guarda mis palabras siempre en tu corazón.”

Ya no eres esclavo

Dios me recordó que Él es mi paz, mi descanso, mi guía y mi consuelo. Que ya no soy esclavo del pasado, del pecado, ni del dolor.

“Teme a Dios, sírvele, no pongas nada por delante de Él. Hazlo tu prioridad.”

Y entonces llegó esta parte que me confrontó fuertemente:

“Cuando tus hijos te pregunten: ‘¿Por qué Dios?’ tú les dirás: ‘Él me sacó con poder de la esclavitud del pecado. Transformó mi vida. Me trajo de la oscuridad a su luz, a la tierra prometida que es su Hijo Jesucristo.’”

Una promesa y una misión

Al terminar de leer, no pude evitar llorar. Era justo la palabra que necesitaba. Pero entendí también que no solo era una promesa personal, sino una misión generacional: vivir una vida que apunte a Dios y forme a otros para conocerle.

Desde ese día, cada vez que leo Deuteronomio 6, recuerdo la fidelidad de Dios. Me impulsa a vivir con gratitud, sabiendo que si Él es mi prioridad, si guardo su palabra en mi corazón, Él estará conmigo todos los días que me regale en esta vida.

«Ya no eres esclavo… eres libre. Escucha, obedece y confía: Yo soy tu Dios.»

Bendiciones.

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