Sin embargo, cuando se decide moldearse a al propósito divino, se empieza a ver la vida desde una óptica espiritual y no desde los deseos limitados, para dar paso a una vida liberada del yo.
En el siguiente bosquejo se presentan las reflexiones personales que surgieron a partir del estudio bíblico, el cual incluyó el análisis de libro, por capítulos y síntesis de libro. Gracias a este proceso de estudio y reflexión, se llegó a una perspectiva práctica y personal que facilita la aplicación en la vida diaria lo aprendido del libro bíblico de Jonás.
I. La obediencia muchas veces irá en contra de mis planes
- La voluntad de Dios no siempre coincide con mis deseos humanos.
- Obedecer puede ser incómodo y hasta doloroso.
- La obediencia me lleva a ver desde una perspectiva espiritual, no carnal.
II. La obediencia puede provocar emociones difíciles
- Miedo, ansiedad, desesperación al confrontarse con los anhelos personales.
- Lo que no entiendo, tiendo a resistirlo.
- Si dejo que estas emociones me controlen, termino rebelándome contra Dios.
- No se trata de sentir, sino de confiar.
III. La misericordia de Dios debe impulsarme a obedecer
- Su gracia no es excusa para hacer mi voluntad, sino motivación para rendirme a la Suya.
- Obedezco no por obligación, sino por amor y agradecimiento.
IV. El servicio no se trata de comodidad, sino de fidelidad
- No sirvo en mis términos, sino bajo Su dirección.
- La guía de Dios viene por la Escritura y la oración.
- Un verdadero servicio muestra misericordia, incluso si soy rechazado o herido.
- Sirvo como Cristo me sirvió a mí.
V. La obediencia es fruto del crecimiento espiritual
- Entre más maduro espiritualmente, más fácil es obedecer.
- Una relación diaria con Dios me aleja de la desobediencia.
- Quien camina con Dios, no se conforma con su propio camino.
VI. Obedecer muestra temor reverente a Dios
- El temor del Señor me mantiene firme en medio de la tormenta.
- La obediencia es clave para atravesar las pruebas con propósito.
- La honra, el clamor y la gratitud me acercan más a Su presencia.
VII. Toda desobediencia debe ser confrontada
- No puedo justificar mi desobediencia: debo llevarla a la Palabra.
- Ignorarla me lleva al distanciamiento espiritual y al pecado.
- La confrontación sana evita la caída.
VIII. Tengo un deber: compartir el mensaje de arrepentimiento
- No importa a quién, ni dónde, ni cómo.
- El evangelio es para todos, y yo soy portador de ese mensaje.
- Mi obediencia incluye mi testimonio.
IX. Ayudo al prójimo con la misma gracia que recibí
- Lo que Dios me dio por gracia, lo doy con humildad.
- La verdadera justicia no es mía, viene de Dios.
- Ayudar no es opción, es una respuesta a la gracia.
Conclusiones
Obedecer a Dios no es algo automático, pero sí es parte de una vida que quiere honrarlo. Jonás entendió esto en medio del peor momento de su vida: clamó a Dios y reconoció su poder. Ahí mismo, en medio de su prueba, Dios mostró que también hay provisión. Y cuando hay arrepentimiento, Dios siempre responde con misericordia.