Mayordomía del tiempo: 5 objetivos prácticos

Como mayordomos de Dios, debemos usar con responsabilidad todo lo que Él nos ha confiado, administrándolo con fidelidad y con la convicción de rendir buenas cuentas.

El tiempo es la materia prima de nuestra existencia. Podemos definirlo como la duración entre dos puntos o como la secuencia de eventos en el universo. Sea como fuere, una verdad ineludible nos confronta: nuestro tiempo es limitado y su fin es incierto.

Para nosotros, como siervos de Dios, esta realidad no es una invitación a la ansiedad, sino a la responsabilidad. La correcta administración del tiempo no es solo una habilidad de productividad; es un acto de fe y obediencia.

Somos llamados a ser buenos mayordomos.

¿Qué Significa Ser un Mayordomo de Dios?

Un mayordomo es aquel que sirve y administra los bienes de su patrón. Estos bienes varían: pueden ser tierras, dinero, habilidades, dones, o en el caso de quienes hemos creído en Cristo nuestra propia vida.

Recordemos la Parábola de los Talentos (Mt. 25:14-30). Un día daremos cuenta de todo lo que Dios puso en nuestras manos, desde lo material hasta lo intangible, y esto, por supuesto, incluye nuestro tiempo.

Es por eso que hoy exploraremos cinco objetivos cruciales sobre cómo un buen mayordomo ocupa bien el tiempo que Dios le ha confiado.


5 Objetivos para Administrar tu Tiempo Como un Hijo de Luz

1. Ocupar el Tiempo en Imitar el Amor de Dios (Efesios 5:1-2)

“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.”

Este es el propósito más grande: reflejar el carácter de Dios, especialmente el amor de nuestro Señor Jesucristo.

Como administradores, debemos buscar amar como Dios nos amó, al punto de la abnegación y el sacrificio. Esto se traduce en servir a otros. Jesús nos dio el ejemplo perfecto:

“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Jn. 13:14-15 RVR1960)

Jesús no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida (Mr. 10:45). Él no puso excusas de «falta de tiempo.» Él usó cada momento para demostrar amor, servicio, y perdón.

Reflexión: ¿Estamos usando nuestro tiempo para amar y perdonar a nuestros hermanos de esta manera? (1 P. 4:8). El amor, la santidad, la justicia, la sabiduría y la bondad son atributos comunicables que podemos y debemos imitar 24/7.

2. Ocupar el Tiempo en Lograr Ser Santo (Efesios 5:3-7)

“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos…”

Buscar la santidad significa alejarnos del pecado y de las perversiones. La palabra es clara: debemos evitar toda porneia (pecado sexual), akatharsia (inmundicia, como la podredumbre interna que describió Jesús en Mt. 23:27), y la avaricia (idolatría).

Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19-20). El pecado, especialmente el sexual, peca contra el propio cuerpo y nos aleja de nuestro objetivo de ser santos.

No solo se trata de los pecados más «escandalosos», sino también de las palabras deshonestas (obscenidades, groserías), necedades (terquedad, ser sabios en nuestra propia opinión) y truhanerías (engaños). Las palabras que elegimos también consumen nuestro tiempo y definen nuestro testimonio. De toda palabra ociosa daremos cuenta (Mt. 12:36-37).

La santidad es activa: Es ocupar nuestro tiempo en evitar pecar. El pecado es el opuesto total a la santidad. Debemos confesar, abandonar y reemplazar estas acciones destructivas.

3. Ocupar el Tiempo en Mostrar un Cambio en la Vida (Efesios 5:8-14)

“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz…”

Antes estábamos perdidos y malgastábamos nuestro tiempo en las tinieblas. Ahora, como hijos de luz, el cambio debe ser evidente. Debemos modelar un nuevo carácter y dar fruto visible del Espíritu (Gá. 5:22-23): amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

Este cambio no es solo una abstención pasiva; es una acción proactiva:

  • Comprobar lo que es agradable al Señor. (v. 10)
  • No participar en las obras infructuosas de las tinieblas. (v. 11)
  • Reprenderlas activamente. (v. 11)

Nuestro silencio a veces puede ser tomado como aprobación del pecado. Debemos estar siempre preparados para defender nuestra esperanza, con mansedumbre y reverencia (1 P. 3:15).

Hemos sido limpiados por la sangre de Jesucristo y, si andamos en la luz, tenemos comunión unos con otros (1 Jn. 1:5-7). Nuestro cambio debe ser tan notorio que invite a otros, a los que duermen, a despertarse y levantarse de los muertos para que Cristo los alumbre.

4. Ocupar el Tiempo en Manifestar Sabiduría (Efesios 5:15-18)

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.”

Un necio se comporta con insensatez e irresponsabilidad, carece de temor de Dios (Sal. 14:1) y es sabio en su propia opinión.

Un sabio vive bajo el temor de Jehová (Pr. 1:7). Pablo nos exhorta a aprovechar al máximo el tiempo (v. 16), porque los días son malos. Esto significa:

  • No ser insensatos, sino entender cuál es la voluntad del Señor.
  • No embriagarse con vino, lo cual conduce a la disolución o a una vida desenfrenada.
  • Ser llenos del Espíritu.

Ser lleno del Espíritu Santo es vivir bajo Su constante influencia, permitiendo que la Palabra de Dios controle toda nuestra vida, muriendo a nosotros mismos y aceptando y entendiendo la voluntad del Señor.

5. Ocupar el Tiempo en Agradecer a Dios por Todo (Efesios 5:19-20)

“…dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”

Nuestro tiempo debe estar ocupado en dar un testimonio público de gratitud. Esto incluye:

  • Hablar entre nosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales.
  • Cantar y alabar al Señor en nuestros corazones, no solo de labios para afuera.

La gratitud debe ganar la batalla contra el afán y la preocupación del mundo. Entendemos que Dios ya tenía planeado todo, desde el principio, y ha procurado nuestra redención.

La gratitud es la voluntad de Dios para nosotros en Cristo Jesús (1 Ts. 5:18). Una cosmovisión de agradecimiento llena nuestro corazón y da un enfoque espiritual a cada minuto que vivimos.


Conclusión: El Valor Eterno de un Instante

Nuestra naturaleza es efímera, solo un instante ante la eternidad de Dios.

Como mayordomos, tenemos la responsabilidad de aprovechar el corto tiempo que tenemos, administrando correctamente el regalo de nuestra vida.

Usemos nuestro tiempo en:

  1. Imitar el amor de Dios.
  2. Alcanzar la santidad.
  3. Mostrar un cambio real en nuestra vida.
  4. Manifestar la sabiduría que proviene del temor a Dios.
  5. Dar siempre gracias a Dios en todo y por todo, pues Su voluntad es buena, agradable y perfecta.
Comparte este artículo:

Artículos relacionados